Según datos estadísticos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), son 230 millones de personas que padecen de dermatitis atópica en todo el planeta.

La mayoría de los pacientes con esta condición, alrededor de un 70%, son diagnosticados durante edades tempranas. Debido a esto y dependiendo de la escala de afectación, la rutina infantil puede verse afectada, incluso en sus actividades escolares.

En la vida adulta también resulta como consecuencia importante la disminución de la calidad de vida. Otro aspecto importante es la necesidad de adaptar la vida diaria a la enfermedad. Se recomienda una dieta libre de alérgenos para prevenir cualquier tipo de brotes.

Existen dos tipos de irritación, aguda y crónica. La irritación aguda ocurre como una reacción rápida a un estímulo externo, como la exposición a químicos o la luz solar. La irritación crónica ocurre como una reacción a un estímulo externo prolongado.

No muy alejado, los eccemas son una condición de la piel que causa inflamación, resequedad, además, hace que la piel se escame y escuece. Una de las principales causas de los eccemas es la inflamación de la piel, que puede ser causada por agentes externos, como el contacto con productos irritantes, o por factores internos, como la genética.

Los síntomas más comunes pueden incluir comezón, picazón, enrojecimiento, edemas y calor en la zona afectada.

Su tratamiento varía dependiendo del de tipo irritación y causa. Dentro de los más frecuentes, se encuentra el uso de pomadas o cremas que alivian la irritación, el enrojecimiento y la comezón, así como de antihistamínicos para aliviar la misma. En caso del tratamiento tópico está enfocado en controlar la comezón, prurito e inflamación.

Ante cualquier diagnóstico relacionado a la dermatitis atópica o cualquier otra afección, su posterior tratamiento debe ser bajo supervisión médica para evitar efectos adversos en el suministro de los fármacos para evitar cualquier complejidad que pueda entorpecer la mejora del paciente.

La prevención es el mejor tratamiento

Aléjese de los desencadenantes

Los desencadenantes son cosas que pueden empeorar los síntomas de la dermatitis atópica. Algunos ejemplos de desencadenantes son los alimentos alérgicos y el clima frío. Por lo tanto, es importante evitar esos desencadenantes y mantener la piel hidratada para prevenir y controlar la dermatitis atópica. Busque productos diseñados específicamente para la condición que padece.

Hidrate su piel

La piel seca es más susceptible a la irritación, inflamación y comezón. Por lo tanto, es importante humectar adecuadamente con productos específicos que funcione para el correcto cuidado de una piel bajo esas características. Aproveche el momento justo después del baño para su aplicación y sellar la humedad en la piel.

Use ropa adecuada

Evite prendas muy ajustadas o de telas sintéticas. Los mismos pueden empeorar el malestar de una dermatitis. Optar por opciones más holgadas y con materiales naturales, suaves y transpirables.

Mantenga su hogar limpio

La limpieza es primordial. Deshacerse del polvo, ácaros y otras partículas

Mantener su hogar limpio es otra clave para prevenir la dermatitis atópica. El polvo, los ácaros del polvo y otras partículas pueden irritar la piel y empeorar los síntomas de la enfermedad. Por lo tanto, es importante limpiar su hogar regularmente, incluyendo alfombras, cortinas y tapicería.

También es importante lavar la ropa de cama con regularidad, preferiblemente con agua caliente.

Controle el estrés

El estrés es un factor desencadenante común de la dermatitis atópica. Puede empeorar los síntomas de la enfermedad y hacer que sea más difícil controlarla. Por lo tanto, es importante controlar el estrés tanto como sea posible. Esto puede lograrse a través de técnicas de relajación.

Además, es importante asegurarse de dormir lo suficiente y mantener una rutina de sueño regular para ayudar a reducir el estrés y mejorar la salud en general.

 

 

 

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